Hace poco el amigo blogservador nos alertaba sobre la fantástica medida que han tenido a bien aprobar los políticos europeos, acerca de la posibilidad de aumentar a 60 o 65 las horas laborales. Por eso y otras muchas cosas más, esta mañana he saltado de alegría cuando he leído en el periódico que entra en crisis el "tratadillo" de Lisboa gracias al NO de nuestros amigos irlandeses. Alguien téndrá que ir cortando esa orgía de poder económico y estatal, ese guetto político en que se ha convertido la Unión Europea.
Me pregunto: ¿Alguien ajeno a las elites políticas o periodísticas conoce realmente lo que dice el tratado de Lisboa? ¿Ha existido en algún lugar alguna campaña de información sobre el mismo? (Sí que las hubo - muy pintorescas algunas de ellas - para que votáramos todos SI al tratado constitucional.) Nos siguen queriendo colar por la ventana lo que de un modo sublime Francia y Holanda no dejaron que entrara por la puerta. ¿Se atreverán ahora a ratificar plebiscitariamente y país por país la aceptación de tan ignoto tratado? Me temo que no.
Y ahí radica uno de los problemas. La Unión Europea no es más que una platónica "mimesis" de la "mimesis". Si en nuestras políticas, aparentemente más cercanas (autonómicas o nacionales), estamos ayunos de cualquier atisbo de participación ciudadana y por lo tanto ya existe un alejamiento obvio de lo que es la democracia, las políticas europeas se alejan todavía más y aún queda más oculto cualquier parecido con lo que llamamos sistema democrático. Y es que parace que -como dice Santiago Petschen en un magnífico artículo en el Pais de hoy- "los líderes han renunciado a construir una Comunidad de ciudadanos, optando por una asociación de Estados", que por otra parte era el auténtico sueño de los padres del proyecto europeo.
¡BIEN POR IRLANDA!