21 de mayo de 2008

JESÚS. J.A. Pagola

No seré yo el que, como conclusión de la lectura de este fantástico libro, desentierre estériles debates sobre Jesús histórico vs. Cristo de la fe, o sobre la intrínseca limitación de toda investigación histórica. Tampoco incidiré en asuntos de perspectiva cristológica "cristología desde arriba" vs. "cristología desde abajo". Ni tan siquiera me detendré a reflexionar, sobre la inevitable mala sensación que me produce el pensar, que sólo avisan las alarmas doctrinales cuando queda sutilmente amenazada la dimensión divina de Jesús, siendo bastante difícil encontrar ejemplos de lo contrario.

Sin embargo, sí deseo centrarme en lo que a mí me ha parecido más interesante del libro. Su autor realiza sobradamente bien la tarea que ha de realizar todo creyente cristiano: forjar e interiorizar a Jesús desde su posición concreta en el mundo y en la historia. Para ello "no podemos reducir su persona a una "sublime abstracción". No quiero creer en un Cristo sin carne. Se me hace difícil alimentar mi fe solo de doctrina. No creo que los cristianos podamos vivir hoy motivados solo por un conjunto de verdades acerca de Cristo" (Pag.464). Por desgracia, muchos cristianos pasamos por serlo, realizando un desencarnado esquematismo sobre la vida de Jesús. (Nació-Navidad, Murió-Semana Santa y bastante menos resucitó-Pascua). Si ese esquema no se llena de contenido, queda absolutamente desfigurado y el evangelio no sirve para la vida.

Por ello no puedo estar más en desacuerdo con las palabras del filósofo canadiense Charles Taylor: "Yo, como hombre laico que soy, digamos que comprometido sólo a medias en mi salvación, dado que necesito apoyarme, a través de la mediación de la Iglesia, en los méritos de quienes están más plenamente dedicados a la vida cristiana y dado que acepto este nivel de dedicación inferior, me conformo con algo menos que el pleno compromiso con la fe. Soy un pasajero en la nave eclesial en su viaje hacia Dios..." ( Fuentes del yo, pag, 298).

Gracias creyente Pagola, por hacernos más comprensible y profundo el siempre inconmensurable misterio de Jesucristo.

¿EL TIEMPO...?

SI NADIE ME LO PREGUNTA, LO SÉ; PERO SI QUIERO EXPLICÁRSELO AL QUE ME LO PREGUNTA, NO LO SÉ. Confesiones XI,14,17