1 de diciembre de 2008

DESHABITAR LO PÚBLICO

No corren tiempos excesivamente boyantes para “lo público”. De hecho, ante la oleada de un individualismo ramplón y atomizante, va perdiendo progresivamente su significatividad. Este análisis es de tan patente obviedad, que hasta los políticos lo han sabido ver desde hace algún tiempo. Es por ello por lo que, incluso a nivel europeo, se están practicando políticas educativas para transmitir a niños, adolescentes y jóvenes el aprecio por la participación y colaboración en todo aquello que es común: vg. EpC.
Ahora bien, creo que no supone un progreso, sino todo lo contrario una especie de contumaz (por reiterado) retroceso, el centrar la potenciación de lo público, como espacio común de convivencia, en la pretendida supresión de lo simbólico e identitario, en aras de una visión alicorta de la confesionalidad o laicidad del Estado. La supresión de un crucifijo de una escuela, siguiendo la orden de un juez, no es más que una mera anécdota, sin mayor trascendencia que la de ser fiel reflejo de cierto ancestral y complejo problema hispano: el clericalismo. Sin embargo me parece mucho más problemática cierta tendencia a considerar teórica o prácticamente “lo público” como una cierta zona límbica, que a fuer de puro abstracta no puede ser considerada por nadie como suya.
Sin embargo opino que “lo público” no es sinónimo de lo innominado, sino producto del continuo juego de hacer manifiestos los nombres de todos, las ideas de todos, las creencias de todos. Esa pretensión límbica de “lo público”, absolutamente desencarnada e inhabitable puede dar la estocada final y definitiva a algo de tan vital importancia como es la construcción de lo común, desde el inevitable (aunque les pese a algunos) ámbito de lo plural.
“Lo público” entonces, no puede nacer de una exclusión sistemática de lo diferente, sino de la acogida cordial y enriquecedora de ” lo otro”. De este modo es como se hace indispensable y adquiere su verdadera relevancia una educación pública fuerte y plural que genere amplios marcos de tolerancia y convivencia. Esta no se dará mañana en nuestra sociedad globalizada o mundializada sin un progresivo aprendizaje de acogida de “lo otro” en la escuela. Una escuela pública excluyente o neutralizadora de lo distinto, seguirá deshabitando lo público y colaborando en la perversa tendencia atomizadora ya existente.

¿EL TIEMPO...?

SI NADIE ME LO PREGUNTA, LO SÉ; PERO SI QUIERO EXPLICÁRSELO AL QUE ME LO PREGUNTA, NO LO SÉ. Confesiones XI,14,17