No está de más acogernos a una vieja tradición hispana, encarnada de nuevo por el simpar Ortega, que más que decir, exhortaba: "La claridad es la cortesía del filósofo". Con lo que nos encontramos en este libro -no reciente- de la filósofa española Adela Cortina es con la claridad que proporciona a todos el denodado esfuerzo del concepto. Es un libro inprescindible para situarse en las claves del pensamiento ético y político actual, además de un importante estímulo para activar viejas y decrépitas conciencias democráticas. En un horizonte político como el europeo en el que se huye - cada vez con más pavor- de una constante y constructiva participación política, tanto por parte de las elites políticas como de la gente; es tremendamente ilustrativo el que se nos exponga con perfiles exactos qué tipo de democracia estamos dispuestos a construir. Si una democracia meramente representativa y formal, que reduce la participación política al voto cada cuatro años, en el cual elijo a un gestor de asuntos políticos - como puedo elegir al gestor de los asuntos de mi escalera - y al que le rescindo el contrato si no me agradaron sus servicios; o más bien una democracia profundamente participativa por la cual, la ciudadanía colabore cotidianamente en la gestión de los asuntos que afecten a todo lo que concierna a la "res publica" o los asuntos de mi ciudad.
Altamente interesante son las reflexiones que realiza Adela a los caminos que podría andar el socialismo hodierno, enclavado hasta la raíz en una sociedad plácidamente instalada en el "indiscutible" capitalismo. Si la izquierda abandona la crítica al capitalismo (me da igual si en su vertiente moderada o radical) habrá que inventar un nuevo espacio político para hacerlo ¿no....? ¿O es que es verdad que ya hemos llegado al final de la historia?
