8 de octubre de 2008

DE POLVOS Y DE LODOS

Pego aquí un editorial del periódico ABC. Y lo hago porque transparenta claramente cuál es para un nutrido sector de la sociedad lo que debe ser la misión de la Iglesia y aquello por lo que debe ser valorada:
" Los intensos debates de los últimos meses entre organizaciones internacionales, gobiernos, empresas y bancos no son suficientes para reflejar las consecuencias directas de la crisis económica en la vida diaria de cientos de miles de familias, abocadas en un margen muy corto de tiempo al desempleo y a la precariedad más absoluta. Hasta no hace más de un año, algunos miembros del Gobierno socialista vaticinaban que serían pocos los ciudadanos que tendrían que apretarse el cinturón ante una crisis cuya realidad no se cansaban de rechazar. Pero la economía real demuestra el inmenso error de cálculo del Ejecutivo: son muchos los ciudadanos que cada día tienen problemas para satisfacer demandas tan básicas como la alimentación y el vestido, un fenómeno que está sucediendo en aquella España que el presidente del Gobierno situó en la «liga de campeones» de la economía internacional.
Las cifras no mienten. Según informaba ayer ABC, Cáritas Madrid ha atendido en los seis primeros meses de este año a 66.804 personas, frente a las 55.179 del período 2006-2007. El incremento no puede ser más revelador de la profundidad del deterioro de la economía. Los solicitantes de la ayuda de esta organización católica son españoles y extranjeros a partes casi iguales, lo que demuestra que la crisis se está extendiendo a las capas más vulnerables de la sociedad, sin distinción de nacionalidad, porque ya no es sólo la construcción -sector principal para la mano de obra inmigrante- la que ha entrado en un proceso de caída. Si estas son las cifras del primer semestre del año que maneja Cáritas, es seguro que la evolución a corto plazo empeorará la situación de otras miles de familias, a las que ya llega tarde cualquier medida de aseguramiento financiero o discurso político pretendidamente tranquilizador. Se ha llegado tarde para muchos porque, entre otras razones, el Gobierno no atendió los síntomas claros de crisis que aparecieron antes del verano del pasado año.
Las dramáticas consecuencias de la crisis son una llamada urgente a la solidaridad y, como sucede siempre en estos períodos de empobrecimiento, la respuesta más generosa y desprendida llega de las dos grandes instituciones no políticas de la sociedad española: la familia y la Iglesia Católica. Una y otra constituyen el andamiaje de urgencia que soporta lo que el Estado no puede o no sabe atender en casos de crisis. Es la cara oculta del Estado del bienestar. Y esto sucede sin una política seria de apoyo a la familia -sustituida por una estrategia de descalificación y acoso hacia la familia «tradicional»- y con un activismo laicista del Gobierno de Rodríguez Zapatero que -además de políticamente arbitrario, porque sólo se aplica a la Iglesia Católica- resulta materialmente injusto, porque desprecia el papel insustituible de esta institución en tiempos de crisis, cuando se convierte en sostén para miles de personas necesitadas de atención y desasistidas por la Administración.
Las cifras del trabajo desarrollado por Cáritas hablan por sí solas y no necesitan interpretación. Cuando miles de ciudadanos acuden a las puertas de las parroquias para solicitar ayuda es por la certeza que tienen de que la Iglesia Católica cumple siempre su labor humanitaria, sin condiciones previas y porque sólo en ellas encontrarán el auxilio que necesitan. Es algo que deberían tener en cuenta los partidos de izquierda que utilizan la amenaza de revisar la financiación de la Iglesia como castigo a su función pastoral con los creyentes o ponen en duda la legitimidad de los acuerdos con la Santa Sede cada vez que la jerarquía eclesiástica reclama su derecho a expresarse sobre los problemas actuales de la sociedad. La realidad es que el Estado no podría en este momento -y quizás en ningún otro- asumir la ingente tarea asistencial que lleva a cabo la Iglesia Católica con los más necesitados -una verdadera «política social»-, que cada día son más, aunque sólo se hable de bancos y empresas."
Creo que no es falso lo que afirma. Sólo es radicalmente insuficiente. ¿Qué función tiene la Iglesia sino la de tratar de resolver el problema de un montón de pobrecitos hombres que lo pasan mal cuando el sistema económico (autónomo, automático y anestatatilista) hace aguas?, ¿no se le ocurrirá a esta Iglesia decir demasiado alto que el sistema económico hace aguas hace mucho tiempo y que hace también mucho tiempo que es radicalmente inhumano? Eso sería salir demasiado de las sacristías o de los localitos de Cáritas que es donde hay que estar. En realidad la defensa católica del editorial podría traducirse más o menos así: "oiga Iglesia: usted dedíquese a que no huelan demasiado los detritus del sistema" y yo me dedicaré a seguir produciéndolos".
Sin embargo no habría más que leer - al pie de la letra si se quiere- encíclicas como "Laborem Exercem", "Sollicitudo Rei Socialis" o "Centessimus annus", las cuales intentan dar con las causas de la injusticias y desigualdades hallándolas en multitud de ocasiones en el mismo sistema económico de carácter capitalista. Esto forma parte también de la Doctrina Social de la Iglesia, exactamente igual que los temas familiares; pero claro, mejor no mentarlo.
Ahora bien lo que ocurre es perfectamente normal. Aun a riesgo de equivocarme creo que al portavoz de la Conferencia Episcopal solamente le he oído nombrar alguna vez la Doctrina Social de la Iglesia y es para referirse a la demoníaca EpC.
DE ESOS POLVOS, ESTOS LODOS.
Y ESTO ES LODO... O TODO.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Qué decirte cronólatra? como siempre no puedo estar más de acuerdo contigo. La labor caritativa de la Iglesia ha de pasar por el cumplimiento de los consejos evangélicos, ya se sabe, dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, etc. Pero no olvidemos que tras esta labor subyace la causa por la que la Iglesia pervive: la lucha por la justicia. Una justicia que es divina y que, como tal, trasciende nuestros torpes planteamientos temporales, siempre caducos y seccionados, acerca de lo que implica esta virtud. Pero también una justicia divina que no está más allá de la justicia de los hombres sino que la asume a modo de unión hipostática. Al menos eso es lo que me enseñaron en las clases de teología. La encarnación del verbo implica que lo divino se hace humano, no para despreciar la carne sino para elevarla y transustanciarla. Cristo verdero Dios, pero también verdadero hombre. Lo cual me lleva a concluir que la caridad sin la lucha por la justicia no es más que un maquillaje angelizante de la misión de Iglesia, pero pervertido y entregado una vez más a los poderes de este mundo.

El origen de esta crisis reposa en un planteamiento injusto, y si la Iglesia no lucha por erradicar la raíz del mal, la injusticia, de cualquier tipo que sea, entonces la justicia divina no podrá realizarse porque no habrá asumido la justicia humana.

Y ahora que no me venga por ahí ningún berzas diciendo que ya estamos con lo de la Iglesia de los pobres. Iglesia sólo hay una, lo demás son cómodos prejuicios que nos mantienen en nuestros soeados salones de debate sin hacer nada y creyéndonos en posesión de la verdad, la cual no es la Verdad sino nuestra verdad.

¿EL TIEMPO...?

SI NADIE ME LO PREGUNTA, LO SÉ; PERO SI QUIERO EXPLICÁRSELO AL QUE ME LO PREGUNTA, NO LO SÉ. Confesiones XI,14,17